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sábado, 22 de octubre de 2011

cuentos




LA PRINCESA DE FUEGO
Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días







 

WILLY, EL OSO TARTAMUDO 

 

 

Willy, el oso, vivía desde que era muy pequeñito en un hermoso lugar, en medio de una gran cordillera repleta de árboles y grandes prados verdes, que nadie conocía…
El oso Willy era muy afortunado, pues además de vivir en un lugar maravilloso, tenía toda la comida que quisiera a su disposición… ¡pues era un oso muy glotón!
Pero de repente, una mañana de verano, cuando el oso Willy se despertó, y fue a desayunar al árbol de al lado, se encontró con una imagen desoladora…, ¡algunos árboles se habían secado!.
- “Pero… ¿qué os ha pasado?“, preguntó el oso Willy desolado quedándose boquiabierto, y con lágrimas en los ojos.
Para Willy, aquel sitio era el mejor lugar del mundo, repleto de naturaleza y de vida. Los árboles cubrían todas las montañas formando un manto verde de cientos y cientos de kilómetros, dónde se respiraba aire puro, sin humos ni contaminación.
Sin embargo, desde hacía años, un grupo de hombres lo habían descubierto. De hecho, el oso Willy, intentó asustarles para que nunca más volvieran a aquel lugar, y pudiesen vivir en su hábitat natural. Pero de repente, cuando el oso los tenía atemorizados con su gran cuerpo y su gruñido aterrador, dijo: “¡No no no no…vol vol volvais nunca!“.
Aquellos hombres que hasta el momento estaban atemorizados, al escuchar que Willy era tartamudo, empezaron a reírse sin parar “Ja ja ja ja“, y no le hicieron caso, y al cabo de los meses regresaron para construir un hotel de lujo en medio de la cordillera.
Pero, Willy no podía quedarse de brazos cruzados al ver que aquel hotel estaba afectando a los árboles y a la naturaleza de aquel lugar, así que durante todo el día estuvo intentando hablar sin tartamudear para asustar a esos hombres y que se marcharan de su hábitat.Y después de mucho esfuerzo, lo consiguió.
Y así fue, como Willy consiguió superar su tartamudez y hacer que aquel hermoso lugar volviese a ser el mismo de antes, un lugar mágico.

 

 

DRAGO Y SU AMIGO MOQUETE


Érase una vez, un dragón, que fíjate que casualidad que tenía por nombre Drago, y que siempre estaba constipado. Todos los días, cuando se despertaba, se le caía el moquillo y tenía que ir corriendo al cuarto de baño a limpiarse.
Un día por la mañana, el baño estaba ocupado, y Drago esperó y esperó fuera del baño hasta que saliera su padre, pero su padre no salía del cuarto de baño…
Así que el moquete de Drago, se fue haciendo cada vez más grande, hasta que llegó un momento en que tomó vida propia y le dijo a Drago: “Gracias por crearme Drago, te debo la vida!!
A partir de entonces, Drago le buscó un sitio en su cuarto a su nuevo amigo Moquete, y vivieron juntos hasta que Drago cumplió 18 años y se fue a estudiar fuera de casa.
Moquete se quedó solo en la habitación, viviendo en la casa de los padres de su viejo amigo, y echaba mucho de menos a Drago
Un día, Moquete pensó que él también era mayor y decidió buscarse un amigo nuevo para no estar aburrido y solo.
Moquete trazó un plan….
Al día siguiente por la mañana, dejó atascada la puerta del baño y cuando el padre de Drago fue el baño, se tuvo que quedar arreglando la puerta porque no podía entrar, así, pasó un montón de rato y poco a poco se le iba cayendo el moquillo.
Hasta que, pasados 15 minutos, moquete ya tenía un nuevo amigo, llamado Mocosón, que era más grande que él.
Moquete y Mocosón pasaban mucho tiempo hablando y jugando juntos, y Moquete le contaba todas las historias que había pasado con su amigo Drago, el dragón.
Cuando Drago volvió de la universidad se hizo muy buen amigo de Mocosón también, y los tres fueron felices como amigos toda la vida.
FIN

 

 

 

JAIMITO, EL NIÑO INVENTOR DE PADEL

Érase una vez un niño, que se llamaba Jaimito, y que jugaba mucho al tenis con su padre. Jaimito había aprendido con él, y por eso le gustaba mucho jugar partidos los fines de semana con su padre.
Jaimito nunca se imaginaba que pudiera inventar un deporte nuevo: el Padel.
La pista de tenis a la que iban a jugar era pequeña, y estaba rodeada de paredes para que las pelotas de tenis no se fueran muy lejos.
Jaimito siempre se preocupaba porque las paredes estaban muy cerca de él, y le impedían así poder jugar bien al tenis. Pero su padre le decía: “Jaimito, olvídate de las paredes, y no pongas excusas porque las paredes no estorban!
Pero un día tras otro, Jaimito iba viendo las paredes más cerca, y le decía a su padre: “Papá, ¿no notas como la pista es cada vez más pequeña?”
No, yo no noto nada… Ya empiezas con tus paranoias Jaimito… Venga anda, ponte a jugar y déjate de películas.”
Jaimito llegó a pensar que estaba alucinando…, pero un día descubrió que tenía razón cuando sucedió algo inesperado. De repente, mientras jugaba al tenis, oyó una voz que le decía: “Jaimito, soy la pared de la pista de tenis..” Entonces se hizo un gran silencio…
Y la pared siguió hablando: “Quiero que sepas que te puedes divertir también aunque la pared esté cerca de la pista… ¿Has probado a golpear la pelota contra la pared para que salga dirigida hacia el campo de tu oponente?
Jaimito fascinado ante tal descubrimiento, le dijo: “No, señora pared, nunca lo he probado..
Jaimito empezó a usar las paredes mientras jugaba al tenis. Su padre no entendía por qué lo hacía, pero se lo pasaban genial jugando así.
De esta forma, Jaimito siguió jugando así al tenis, y pasándoselo bien con las paredes..
Aprendió a aprovechar lo que en principio era un estorbo… para divertirse más, y fue así como Jaimito inventó un nuevo deporte: el Padel.
FIN



EL GRILLO Y SAPO

Érase una vez,  un grillo montado en una cerca con sus amigos en el bosque, y el grillo y sus amigos estaban jugando a las escondidas.
El grillo se escondió detrás de un árbol donde vivía un sapo. Éste, no tenía amigos porque ere un sapo feo y un poco repugnante.
El sapo estaba llorando cuando llego el grillo, quien le preguntó: ¿por qué estás llorando?
El sapo le respondio: “porque no tengo amigos…“. Entonces, el grillo le dijo al sapo: ¿quieres ser mi amigo?
El sapo le respondió: “¿usted no me ve que soy feo y asqueroso?
“No me pareces un buen sapo y humilde”, le respondió el grillo.
“¿Y por qué dices eso?, mis amigos me dicen que soy feo y asqueroso….”, le respondió el pobre sapo.
“Venga vamos, que te voy a presentar a mis amigos y como eres mi amigo, mis amigos tambien serán tus amigos”, le dijo el grillo.
Así fue como el sapo fue un gran amigo de los grillos, y el sapo y el grillo, fueron felices para siempre.
 FIN











LARGUILUCHO Y EL ARBOL DE NAVIDAD

Había una vez un palo de golf, llamado Larguilucho, que jugaba todos los días al golf, en un campo para la práctica de este deporte a las afueras de Madrid.
El palo de golf era un maravilloso golfista, y siempre ganaba campeonatos y torneos de golf.
Bueno siempre… siempre no…. ya que un día apareció un árbol nuevo en el campo de golf, llamado Arbolito, al que le gustaban mucho las pelotas que se usaban en este deporte, y las solía guardar para cuando llegara la Navidad, y colocárselas todas en sus ramas.
A los cuidadores del campo les pareció un árbol muy bonito, y Arbolito llegó a ser la mascota del campo de golf…
Cuando se enteró Larguilucho, el palo de golf, de a quién habían nombrado la mascota, se enfadó muchísimo. Y es que Arbolito no dejaba de coger las pelotas de golf que Larguilucho lanzaba, y así Larguilucho no podía jugar al golf.
Cuando llegó Diciembre, Larguilucho le compró unas bolas de Navidad a Arbolito, para que se las colgara y dejara de molestarle.
Pero a Arbolito le gustaban las pelotas de golf, y no otras…
Así que Arbolito se fue colgando en sus ramas todas las bolas de golf que tenía, para ser un gran árbol de Navidad.
Larguilucho no sabia que hacer.. así que decidió llegar a un trato con Arbolito, y le dijo: “Hola Arbolito, tú me has quitado todas esas pelotas de golf que llevas colgadas… y yo las necesito para jugar al golf. ¿Podrías devolvérmelas, a cambio de estas bolas de Navidad tan bonitas?
Y el árbol de Navidad contestó: “No trates de engañarme Larguilucho, las pelotas de golf son más bonitas que esas brillantes bolas de Navidad“.
Entonces a Larguilucho se le ocurrió una gran idea: pintar las bolas de Navidad como las pelotas de golf, es decir, de blanco y como si tuviera pequeños bocados.
Volvió a ver a Arbolito y le dijo: “Mira arbolito, te dejo estas bolas de Navidad que además son como pelotas de golf, y así tu disfrutas con tus adornos, y si me devuelves mis pelotas de golf yo podré jugar al golf como siempre. ¿Qué te parece?
Arbolito estuvo pensando un rato, y se dio cuenta de que así los dos salían ganando, y que había sido egoísta y no tenía que haber molestado a Larguilucho, y buscarse una forma de conseguir pelotas de golf sin quitárselas a nadie.”
Además, en Navidad especialmente, había que tratar de pensar en los demás y no en uno mismo.
FIN




CERDITO Y SU AMIGO PINKI

El día que Pinki, nuestro amigo el cerdito valiente, llegó a la granja de Bimbo, a parte de estar como un flan de los nervios, por conocer a los nuevos animales con los que iba a vivir, conoció a alguien muy especial de la granja, la mofeta.
Cuando Bimbo, le presentó a la mofeta, la cara del cerdito no podía ser más expresiva, a pesar de que él tampoco olía a rosas, la mofeta era aún peor que él, “uffff qué mal huele esta mofeta” pensó Pinki.
Después de varios días, Pinki ya era uno más de la familia en la granja de Bimbo, además había salvado a las ovejas de las garras del lobo, por lo que todos le habían cogido mucho cariño al cerdito.

JAIMITO, EL NIÑO INVENTOR DE PADEL

Érase una vez un niño, que se llamaba Jaimito, y que jugaba mucho al tenis con su padre. Jaimito había aprendido con él, y por eso le gustaba mucho jugar partidos los fines de semana con su padre.
Jaimito nunca se imaginaba que pudiera inventar un deporte nuevo: el Padel.
La pista de tenis a la que iban a jugar era pequeña, y estaba rodeada de paredes para que las pelotas de tenis no se fueran muy lejos.
Jaimito siempre se preocupaba porque las paredes estaban muy cerca de él, y le impedían así poder jugar bien al tenis. Pero su padre le decía: “Jaimito, olvídate de las paredes, y no pongas excusas porque las paredes no estorban!
Pero un día tras otro, Jaimito iba viendo las paredes más cerca, y le decía a su padre: “Papá, ¿no notas como la pista es cada vez más pequeña?”
No, yo no noto nada… Ya empiezas con tus paranoias Jaimito… Venga anda, ponte a jugar y déjate de películas.”
Jaimito llegó a pensar que estaba alucinando…, pero un día descubrió que tenía razón cuando sucedió algo inesperado. De repente, mientras jugaba al tenis, oyó una voz que le decía: “Jaimito, soy la pared de la pista de tenis..” Entonces se hizo un gran silencio…
Y la pared siguió hablando: “Quiero que sepas que te puedes divertir también aunque la pared esté cerca de la pista… ¿Has probado a golpear la pelota contra la pared para que salga dirigida hacia el campo de tu oponente?
Jaimito fascinado ante tal descubrimiento, le dijo: “No, señora pared, nunca lo he probado..
Jaimito empezó a usar las paredes mientras jugaba al tenis. Su padre no entendía por qué lo hacía, pero se lo pasaban genial jugando así.
De esta forma, Jaimito siguió jugando así al tenis, y pasándoselo bien con las paredes..
Aprendió a aprovechar lo que en principio era un estorbo… para divertirse más, y fue así como Jaimito inventó un nuevo deporte: el Padel.
FIN



EL GRILLO Y SAPO

Érase una vez,  un grillo montado en una cerca con sus amigos en el bosque, y el grillo y sus amigos estaban jugando a las escondidas.
El grillo se escondió detrás de un árbol donde vivía un sapo. Éste, no tenía amigos porque ere un sapo feo y un poco repugnante.
El sapo estaba llorando cuando llego el grillo, quien le preguntó: ¿por qué estás llorando?
El sapo le respondio: “porque no tengo amigos…“. Entonces, el grillo le dijo al sapo: ¿quieres ser mi amigo?
El sapo le respondió: “¿usted no me ve que soy feo y asqueroso?
“No me pareces un buen sapo y humilde”, le respondió el grillo.
“¿Y por qué dices eso?, mis amigos me dicen que soy feo y asqueroso….”, le respondió el pobre sapo.
“Venga vamos, que te voy a presentar a mis amigos y como eres mi amigo, mis amigos tambien serán tus amigos”, le dijo el grillo.
Así fue como el sapo fue un gran amigo de los grillos, y el sapo y el grillo, fueron felices para siempre.
 FIN 






LARGUILUCHO Y EL ARBOL DE NAVIDAD

Había una vez un palo de golf, llamado Larguilucho, que jugaba todos los días al golf, en un campo para la práctica de este deporte a las afueras de Madrid.
El palo de golf era un maravilloso golfista, y siempre ganaba campeonatos y torneos de golf.
Bueno siempre… siempre no…. ya que un día apareció un árbol nuevo en el campo de golf, llamado Arbolito, al que le gustaban mucho las pelotas que se usaban en este deporte, y las solía guardar para cuando llegara la Navidad, y colocárselas todas en sus ramas.
A los cuidadores del campo les pareció un árbol muy bonito, y Arbolito llegó a ser la mascota del campo de golf…
Cuando se enteró Larguilucho, el palo de golf, de a quién habían nombrado la mascota, se enfadó muchísimo. Y es que Arbolito no dejaba de coger las pelotas de golf que Larguilucho lanzaba, y así Larguilucho no podía jugar al golf.
Cuando llegó Diciembre, Larguilucho le compró unas bolas de Navidad a Arbolito, para que se las colgara y dejara de molestarle.
Pero a Arbolito le gustaban las pelotas de golf, y no otras…
Así que Arbolito se fue colgando en sus ramas todas las bolas de golf que tenía, para ser un gran árbol de Navidad.
Larguilucho no sabia que hacer.. así que decidió llegar a un trato con Arbolito, y le dijo: “Hola Arbolito, tú me has quitado todas esas pelotas de golf que llevas colgadas… y yo las necesito para jugar al golf. ¿Podrías devolvérmelas, a cambio de estas bolas de Navidad tan bonitas?
Y el árbol de Navidad contestó: “No trates de engañarme Larguilucho, las pelotas de golf son más bonitas que esas brillantes bolas de Navidad“.
Entonces a Larguilucho se le ocurrió una gran idea: pintar las bolas de Navidad como las pelotas de golf, es decir, de blanco y como si tuviera pequeños bocados.
Volvió a ver a Arbolito y le dijo: “Mira arbolito, te dejo estas bolas de Navidad que además son como pelotas de golf, y así tu disfrutas con tus adornos, y si me devuelves mis pelotas de golf yo podré jugar al golf como siempre. ¿Qué te parece?
Arbolito estuvo pensando un rato, y se dio cuenta de que así los dos salían ganando, y que había sido egoísta y no tenía que haber molestado a Larguilucho, y buscarse una forma de conseguir pelotas de golf sin quitárselas a nadie.”
Además, en Navidad especialmente, había que tratar de pensar en los demás y no en uno mismo.
FIN

EL CERDITO VALIENTE Y SU AMIGA LA MOFETA

El día que Pinki, nuestro amigo el cerdito valiente, llegó a la granja de Bimbo, a parte de estar como un flan de los nervios, por conocer a los nuevos animales con los que iba a vivir, conoció a alguien muy especial de la granja, la mofeta.
Cuando Bimbo, le presentó a la mofeta, la cara del cerdito no podía ser más expresiva, a pesar de que él tampoco olía a rosas, la mofeta era aún peor que él, “uffff qué mal huele esta mofeta” pensó Pinki.
Después de varios días, Pinki ya era uno más de la familia en la granja de Bimbo, además había salvado a las ovejas de las garras del lobo, por lo que todos le habían cogido mucho cariño al cerdito.
 
Un día, cuando Pinki estaba terminando de comer, empezó a notar un olor muy malo que cada vez era más intenso… justo! la mofeta se estaba acercando hacia el cerdito!
Hola Pinki, ¿cómo estás?“, le preguntó la mofeta al cerdito.
Hola mofeta, estoy bien, comiendo…“, le respondió casi aguantando la respiración.
Pinki, el cerdito valiente, no sabía si decirle a la mofeta que olía muy mal, porque pensaba que podría hacerle sentir mal, pero de repente lo soltó: “Mofeta no quiero que te enfades conmigo por lo que te voy a decir, pero…es que hueles un poco mal“.
En ese momento, la mofeta se quedó paralizada por lo que acababa de decirle el cerdito, pero pasados unos instantes, le respondió: “ya lo sé, pero es que nosotras las mofetas olemos así de mal, yo no sé que hacer para que la gente de mi alrededor no se aleje de mí, por el mal olor que desprendo“.
El cerdito se quedó pensando cómo podría ayudar a su amiga la mofeta a resolver este problema, y en ese momento tubo una idea.
Mofeta ya sé la solución, tenemos que pedirle un ambientador a Bimbo, y te lo colgaremos del collar, así nunca más volverás a oler mal“, le dijo el cerdito valiente entusiasmado.
Así fue como el cerdito valiente de la granja ayudó a su amiga la mofeta a resolver su problema, y así la mofeta fue feliz para siempre.
FIN

















GREÑA, LA CIGÜEÑA PEQUEÑA

Érase una vez una cigüeña llamada Greña, que vivía en lo alto de un campanario, en un pequeño pueblo de España, llamado Malpartida de Cáceres.
En Malpartida de Cáceres había tantas cigüeñas que, unos señores, lo nombraron como el pueblo con más cigüeñas de todo el mundo.
Así pues, Greña, tenía muchas amiguitas y amiguitos en el pueblo, y jugaba con ellos casi todo el día. Aunque siempre estaba pendiente de que no hubiera ningún problema en Malpartida.
Cada media hora, Greña daba vueltas por encima del campanario para divisar que todo fuera bien, era una cigüeña muy preocupada por su pueblo.
 
Greña era la cigüeña más pequeña de todas, pero nadie se burlaba de ella, porque era una de las cigüeñas más valientes de toda la localidad de Malpartida.
En el pueblo todos eran felices con las cigüeñas, … bueno, todos … menos una persona…, el ganadero.
El ganadero se quejaba de que las cigüeñas, al ser tan grandes, espantaban al ganado y todos los días se le escapaba de su establo alguna oveja o una vaca.
Greña se enteró de esto y fue a hablar con las vacas y ovejas del ganadero, a las que les dijo: “Vacas y ovejas, ¿por qué os asustáis cuando veis una cigüeña grande sobrevolar vuestro establo?
A lo que una vaca contestó: “Porque pensamos que viene a por nosotras. Son tan grandes que nos dan miedo, pero tú eres diferente, eres más pequeña y no nos asusta tu presencia“.
Entonces Greña les dijo: “Pues las cigüeñas grandes, son mi familia y son buenas y simpáticas como yo, no son peligrosas y no os harán daño.”
Todas las vacas y ovejas del establo entendieron que, no deben asustarse ante cosas aparentemente grandes, sino que deben enterarse primero, si existe peligro para ellas.
Y así fue como el ganadero de Malpartida de Cáceres, dejó de perder a su ganado, porque ya ningún animal se asustaba con las cigüeñas.
A partir de entonces, en Malpartida de Cáceres todos sus habitantes estuvieron felices y contentos con la presencia de las cigüeñas.

FIN







LAS TORTUGAS TAMBIEN SE ENAMORAN

Era la primera vez quee Marco iba a viajar en avión. Sus hermanos Laura y Eduardo, ya habían viajado más de una vez. ¡Este sería su primer viaje con toda la familia!
Dos veces al año salían de vacaciones, pero desde que él había nacido, no había tenido la suerte de salir del país: solo había conocido el campo de la abuela Flor y la casa en la playa de su tata Jorge.
Así que de todos, era el más emocionado. Como ya tenía 6 años cumplidos, tuvo un asiento para él solo, entre su papá Fernando y su mamá Sandra. Laura y Eduardo iban sentados en la fila de atrás.
Eran casi las cinco de la mañana,  nunca había madrugado tanto,  y comenzaba el viaje a la Isla Galápagos, un lugar que queda en un país llamado Ecuador, del que algo le habían enseñado en el colegio.
Marco era fanático de los animales. En su casa tenía una ardilla, un gato, un perro y su favorita: la tortuga Uva. Siempre le decía que cómo le podía haber puesto el nombre de una fruta, pero a él le gustaba. Además, lo que quiso decir fue Luva, pero cuando Uva había llegado a su casa, él no sabía hablar muy bien.
Uva siempre se escondía y Marco pasaba horas y horas buscando a su amiga. Le daba de comer lechuga en una fuente adornada de tortuguitas de todos colores y agua en un pocillo verde, pero Uva era un poco mañosa y no siempre se comía toda la comida.
Además, como le había enseñado su papá, que era veterinario, había que sacarlas al Sol al menos una hora al día, así que mientras él jugaba después de hacer las tareas, Uva lo acompañaba en el jardín. Lo que más le entretenía a Marco, era cuando Uva no solo se escondía dentro de la casa, sino también dentro de su caparazón. Por más que le hacía cosquillas, ella seguía días, incluso meses con la cabeza guardada. Y Marco cada vez que la veía, le daba ataque de risa.
Pero en este viaje, le habían prometido que vería a la familia de Uva, y al saber eso, se le quitó la pena de no viajar con ella. Le habían dicho su papá, su mamá y todos sus hermanos que conocería tortugas gigantes, pero aunque todos se lo habían contando una y mil veces, no podía creerlo.
A Marco le gustaba mucho escribir, así que en las cinco horas de vuelo que separaban Santiago de Isla Galápagos, alcanzaría a escribir todas las preguntas que tenía sobre las famosas tortugas gigantes.
Aunque no le contaba a nadie de su familia, para evitar que su hermano le molestara, lo que Marco más quería saber, era qué hacían las tortugas cuando se enamoraban. Si Uva escondía la cabeza, no se la imaginaba dándole la mano a un señor Uvo, pensaba y se reía de tan solo imaginarlo.
Partió el viaje y parecía que el estómago se le iba a salir. Se quedó callado como dos minutos, pero toda su familia estaba junto a él, diciéndole que esa sensación duraría unos pocos minutos, y que después de eso, podría mirar las nubes por la ventana y el mar desde muy arriba del cielo.
En su colegio, le habían contando que la colonia de Tortugas en Galápagos era una de las más grandes del Océano Pacifico. ¡Parece que todo en esa isla misteriosa era grande! Le ofrecieron de todo para comer mientras estaba en el avión, así que al poco rato de viaje, Marco se quedó profundamente dormido.
Sin darse cuenta, su mamá lo despertó avisándole que estaban por aterrizar en el Aeropuero San Cristóbal, igual que el cerro que estaba cerca de su casa, donde iban a pasear en bicicleta los domingos.
El primer destino sería la Isla Tortuga. Era como estar en el mundo de las tortugas, hasta una isla llevaba su nombre. Luego irían a Wolf, Darwin y Roca redonda. Esta era la que más le interesaba.
Fueron a dejar las maletas a un hotel, y una hora después los pasaron a buscar para ir a un tour de paseo. Casi todos los días veía tortugas, pero aún no había visto ninguna gigante y tampoco sabía cómo eran cuando se enamoraban.
Pero antes de finalizar el primer día, ya sabría la respuesta. El paseo de hoy era sobre pangas, pequeños botes que permiten a los visitantes justamente ver a las tortugas cuando se enamoran.
La verdad es que las tortugas no eran tan románticas como él pensaba, pero sí que eran gigantes. No eran tan parecidas a Uva, eran como 10 veces grandes o tal vez más. Y sus manos y pies, eran parecidos a la piel de los elefantes, otro de sus animales preferidos.
Laura y Eduardo se dedicaron a sacarle fotos a Marco durante todo el viaje. Era tal su cara cada vez que miraba a las tortugas, que sus hermanos lo llenaron de fotos y cariños.
Pasaban diez minutos arriba de las pangas cuando supo la verdad. Las tortugas cuando se enamoran, tienen más de 1000 tortuguitas en forma de huevos, y tal como Uva, mientras nacen, las esconden en un nido casi tan grande como su bicicleta. Lo más lindo de todo, es que las mamás tortugas hacen sus nidos en las mismas playas donde nacieron y se ponen a tomar sol junto a sus nidos.
Nadie le contó qué hacían los papás tortugos, parece que también se escondían como Uva.
Al bajar de las pangas, incluso pudo pasear sentado arriba de una tortuga. ¡No podía estar más feliz!. Abrazó a la prima grande de Uva y le preguntó al oído. – Tortuguita, ¿cuéntame cómo es cuando te enamoras? Y cuando vio a la tortuga levantar su mano gigante para tomar la mano de un tortugo que pasaba, y la vio levantar la cabeza, tanto, que su cuello creció casi un metro, entendió que eso era enamorarse. Hacer que el otro te viera como la más grande de las tortugas.
FIN

miércoles, 19 de octubre de 2011

Bienvenida

Es un medio que nos ayuda a comunicarnos con los demás, expresar nuestros sentimientos, emociones y que puede ser en forma oral o escrita. La comunicación es muy fundamental para poder relacionarnos con las demás personas.